martes, 14 de febrero de 2012
El tesoro
¿A quién no le invitó una película de piratas al sueño de encontrar un tesoro? ¿Quien no ha visitado una vieja casona y juega en su mente a ver si no hay en las paredes una olla llena de monedas de oro?
La verdadera amistad, como tesoro, a veces se oculta a los ojos inexpertos y pareciera requerir de un mapa para ser hallada.
Hace algun tiempo, caminaba lentamente por la calle y ví unos metros adelante una pequeña cadena, mugrienta y opaca, resaltado sobre la blanca banqueta. Varias personas que caminaban delante de mi detuvieron un poco su marcha y la dejaron en su lugar. Alguno más la movió con el pie y continuó su andar. Yo la ví, me detuve y la recogí, comentándole a mi acompañante: "Es de oro".
-Cómo crees, alguien más la hubiera recogido.
-Es de oro -insistí y llegando a casa la lavé y pulí para confirmar mi creencia.
Para reconocer un amigo se necesita una visión especial. Los verdaderos amigos, como la cadena encontrada, a veces parecen empañarse y ensuciarse, sobre todo en momentos en que hacen lo correcto que nos duele. Estoy seguro que una cadenita pulida de latón a pesar de ser de menor valor, hubiera tenido más éxito para ser levantada que esa vieja cadena de oro. Existe el riesgo del brillo simulado de una persona para irnos por el camino equivocado.
Es cuestión de saber buscar. Cada quien decide con que ojos busca a sus amigos.
Muchas gracias por el don de la amistad.
martes, 7 de febrero de 2012
Pan, trabajo y Paraiso
Me pregunto qué pensaría un publicista de la oferta que acostumbraba hacer San Juan Bosco a sus jóvenes: Te prometo pan, trabajo y Paraíso.
Me ha tocado estar en varias entrevistas de trabajo: En ellas abundan las bondades, nos ofrecen excelentes prestaciones, sueldos competitivos y todo lo bueno. Lo malo se obvia. Evidentemente sería muy difícil atraer trabajadores si comenzaran por mencionar lo duro y difícil del empleo que ofrecen.
Por ello, un publicista le hubiese recomendado a Don Bosco que cambiara la oferta porque en este mundo no encaja. Imagínense: Ofrecer un bolillo, sudor, desgaste y un paraíso que parece muy lejano, mucho más allá del día de quincena.
¿Sigue siendo válida la promesa? Hoy, en este mundo de excesos y para algunos carente de sentido, me parece que la promesa sigue siendo válida y más aun, no solamente es un ofrecimiento sino una receta para acabar con muchos males, entre ellos la desesperanza.
Analicemos las tres partes de la Promesa (que también puede ser una Receta)
El pan.
Don Bosco no ofreció banquetes, cortes de carne o dulces, ofreció simplemente pan. Quien trabaja para Dios no muere de hambre, quien trabaja para la comida puede morir de gula. En un mundo en el que el abuso del comer cada vez provoca más enfermedades, problemas de autoestima y manipulaciones, contentarnos con lo básico, con lo necesario es una receta para dejar ese sufrimiento inútil por carencias. El exceso del comer fácilmente trae de la mano a otros: Deseo de poseer cada vez más y más y sin saber para qué. Hay familias con tres integrantes que tienen cinco autos y que viajan separados a la misma reunión. Solamente puede ser feliz quien se siente satisfecho con lo que tiene, aun cuando a los demás les parezca poco.
El trabajo.
Hoy parece una verdad casi olvidada: La ociosidad es la madre de todos los vicios. El ingrato hombre moderno se la pasa hablando pestes de su trabajo remunerado solamente para lamentar haberlo perdido cuando ya no lo tiene. Y si trabajar por dinero le duele, hacerlo por una causa noble es impensable. En las obras de Dios siempre sobra el trabajo: Siempre hay un afligido en busca de consuelo, un inválido requiriendo de apoyo, un hambriento con necesidad de comida.
A muchos les parece un beneficio vivir sin trabajar. Las películas y la televisión venden la idea de que es posible existir sin hacer nada productivo y a muchos les es atractiva la imagen de alguien que solamente goza sin trabajar. Paradójicamente, muchos de esos jóvenes artistas multimillonarios acaban con su vida hecha un desastre, a pesar de (o por) ganar dinero fácilmente.
Pareciera que el trabajo es un castigo y son muchos los que prefieren delinquir. ¿Es válido ofrecer el trabajo como una solución a los problemas? No faltará quien dirá que Don Bosco lo hizo para aprovechar de una sensiblería, por el contrario él se adelantó a muchos científicos. He escuchado a más de un psicólogo o psiquiatra (algunos incluso enemigos de la Iglesia) ponderar la importancia de trabajar por los demás, claro que los no creyentes lo mencionan como una fórmula mágica de dar para que te den.
Los creyentes que trabajan para agradar a Dios, no suelen tener tiempo para deprimirse o enfermarse, y aun en la depresión o la enfermedad, saben sacar lo mejor de las circunstancias.
El paraíso.
Para quien no crea en la vida eterna que le ofrezcan el paraíso es una promesa inútil. Pero para los que sí creemos, el paraíso debería de serlo todo.
Tristemente, muchos católicos que decimos creer en la vida eterna vivimos como si la de aquí fuera la definitiva. Ya sea por torpeza, exceso de confianza o actitud comodina, el paraíso se ve como algo lejano o a lo que vamos a llegar por sistema, hagamos lo que hagamos.
Aunque no nos guste, la experiencia nos dice que no es seguro que nuestra eternidad sea dichosa. Me ha tocado conocer a personas en trance de muerte cuyas fallas les pesan y la desesperación los vuelve locos. También he visto el extremo contrario, a quienes esperan confiados avalados por una vida buena.
Cuando queremos desistir, empezar a robar, asesinar o ser infieles porque todos lo hacen, el recuerdo de un paraíso que debe ser ganado nos lleva a reflexionar si vale la pena cambiar unos cuanto placeres por una eternidad gozosa. Don Bosco nos recuerda que la santidad es para todos y en todo, lo que me lleva a la sencilla frase de Santo Domingo Savio: "Quizás no pueda hacer grandes cosas, pero seguro que puedo hacer las más pequeñas para la mayor gloria de Dios".
Comenzaba escribiendo que por su promesa tal vez Don Bosco no sea considerado un hábil vendedor. Sus obras vivas hasta hoy, nos dicen que fue un excelente promotor. Vale la pena tomar en serio su promesa.
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