lunes, 23 de julio de 2012

Es imposible


Esta frase se escucha seguido y lo curioso es que no ha sido frente a cosas extraordinarias sino ante otras más comunes, por llamarles de algún modo. Pongo el ejemplo de un sencillo problema mental.
Supongamos que se le pide a alguien que con seis cerillos (sin romperlos)  haga exactamente 4 triángulos equilateros de la misma medida. Muchos harán un intento, dos, tal vez tres y después dirán con seguridad: Es imposible.

Pasa con este problemilla y con muchos otros similares, la salida fácil es decir: No se puede, es imposible.

Pocos son los que piden más tiempo, muchos son los que se sienten agredidos ante este tipo de juegos y la gran mayoría está más deseosa de saber la respuesta que de trabajar en el proceso de resolverlo.
Cuando se les dice la respuesta, como con el huevo de Colón, así cualquiera.

Pero lo que queda a la reflexión es la pasmosa facilidad con la que las palabras: No se puede, es imposible, salen de nuestra boca.

A mi me gustan mucho los acertijos mentales. Disfruto el no saber para después saber más. Y ante la duda no hay como cuestionar ¿Por qué no se puede? ¿Que es lo que estoy dando por cierto que no es así? ¿Qué es lo que desestimo que debería valorar?

Cuando uno encuentra la respuesta al problema y todo toma sentido, nos damos cuenta de lo poco que sabemos y lo mucho que desconocemos. Si de los inocentes acertijos mentales brincamos a los problemas de la vida diaria, vale la pena preguntarnos que tan fácil es para nosotros escudarnos con el "No se puede" "Es imposible".

No se puede avanzar en esta vida si no transas. Mejor déjate llevar y disfrútalo, es imposible serle fiel a una sola persona. No te esfuerces, los ascensos solamente se los llevan los recomendados.

Temas complicados de la vida diaria se podrían resolver de manera más sencilla si no cayeramos en la salida fácil de convertirnos en juguetes del destino de lo imposible. Quien no resuelve sus problemas se condena a llevarlos de compañeros.
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viernes, 20 de julio de 2012

Pensando en equipo

Dicen que dos cabezas piensan mejor que una. Extrapolando esta afirmación podríamos concluir que diez piensan mejor que dos. Esto no siempre es cierto.

En varias ocasiones, durante las juntas de trabajo, escuchando la lucha de egos donde las ideas que se imponen no son las mejores sino las más ruidosas, se me viene a la mente el libro de las leyes de Murphy que dice en su capítulo de "Comiteología": Un comité es el único organismo vivo que tiene doce estómagos y ningún cerebro.

Dos cabezas no siempre piensan mejor que una, porque si una se dedica a pensar y la otra a bloquear sistemáticamente, la duda o insatisfacción sembrada en la primera acaba por afectar. De aquí la importancia de saber con quien reunirte a pensar.

Dos amigas se la pasaban analizando la manera de corregir sus problemillas estéticos. Con un ligero paño en la cara ambas buscaban recetas para embellecer su piel. Pero una de ellas sabía que aun con la piel en buen estado sus rasgos no eran bellos y envidiaba a la otra, así que no tenía empacho en compartirle e invitarle a seguir recetas que decía ser buenas pero que resultaban incluso peligrosas. Cuando la piel de la amiga se dañaba, hipócritamente le decía: Qué raro que a ti no te funcione, porque a mí me ha ayudado mucho.

Confiada en la sincera amistad, se preocupaba por saber que estaba haciendo mal al aplicarse las recetas dando por descontado que era víctima de la envidia. Seguramente si intentara resolver el problema de manera individual, tendría mejores resultados.

Por eso insisto, es muy importante saber con quien te reunes a pensar.

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