lunes, 12 de diciembre de 2011

La guerra de los 100 años



Es un hecho histórico, durante 116 años los franceses e ingleses pelearon por cuestiones de sumisión. Unos a otros se exigian vasallaje. En ese conflicto intervinieron reyes franceses con posesiones en Inglaterra y reyes ingleses con posesiones en Francia. Nombrar a los involucrados, al no ser histórica mi intención, se me hace un poco vano.

Lo que sí, es tratar de entrar un poco en la mente de algunos de los que participaron en las batallas de esa guerra, sobre todo de la gente de a pie, soldados reclutados por la leva para ir a pelear por un señor que tal vez ni conocían.

¿Te imaginas cuanta gente murio sin siquiera conocer la razón por la cual fue tomado por la lanza o la espada?
El ser humano es especialista en cosechar conflictos donde ha sembrado orgullo. Conflictivo como es, el objetivo muchas veces se olvida y lo que se busca es la confrontación. Existen matrimonios que pelean y no saben ni porque lo hacen, porque no me van a convencer de que una marca de jabón o dejar destapada la pasta de dientes justifica un alejamiento.

¿No será que así como aquellos campesinos europeos, arrastrados a la guerra, nosotros a veces no sabemos ni por qué peleamos? Familias, hermanos, vecinos, clases sociales se pueden llegar a odiar por un detalle mínimo y sin importancia, y después de mucho tiempo el motivo se diluye y lo único que queda es una certeza sin bases que dice: Ódialo, ya el motivo es lo de menos.

Ninguno de los que inició la guerra de los 100 años vivió lo suficiente para gozar la victoria. Ambos paises pagaron un precio muy alto en muertes y destrucción; aun ganando Francia quedó devastada. Un ejemplo más de que la mejor guerra es la que no se pelea.

Ojala podamos aprender de la experiencia ajena.
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martes, 6 de diciembre de 2011

La fantasía del funeral



Me lo han contado algunas personas. Existe una fantasía en la que se asiste al propio funeral y se escucha lo que se dice, pero estando vivo.

El deseo de escuchar lo que se dice de uno mismo me parece que está inspirado en que en los sepelios se suele hablar bien del fallecido. Cuentan que en una ceremonia, en donde se enterraba a un político, cerca del féretro estaban su viuda y su hijo. El orador se esforzaba por exaltar todas las virtudes del finado: Excelente padre, hombre honesto, insigne maestro, amigo entrañable, esposo fiel, compañero leal...

La señora escuchó con atención y después de unas cuantas frases que describían al homenajeado, se volvió a su hijo mientras le decía "Vámonos, nos equivocamos de entierro".

Por contraparte, me han contado de personas en trance de muerte  que lejos de pensar en lo bien que hablaran de ellas existe una preocupación por lo malo que se ha hecho y el daño infringido a los demás. Cargo de conciencia, le llaman. Y si tenemos una deuda espiritual dudo que se borre por mucho que hablen bien de nosotros en nuestro entierro. No se puede saldar así.

Como una paradoja más de esta vida, estando vivos existe un placer un tanto morboso por saber que se diría de nosotros si morimos, porque nunca se habla mal de los muertos cercanos. Estando próximos a la muerte, nos importa poco lo que digan de nosotros si nuestra conciencia nos grita que se acerca el momento de pagar.
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lunes, 5 de diciembre de 2011

Si puede salir mal...

  


En la multicitada y multiversada Ley de Murphy hay una gran reflexión (que no verdad): Sí algo puede salir mal, saldrá.

Cuando algo sale mal, algunos se escudan en Murphy diciendo que la famosa ley volvió a hacer de las suyas. Esta "ley" le sirve de pretexto a quien se siente juguete del destino, aunque la realidad es que tenemos una capacidad de influencia muy grande en lo que nos pasa o deja de pasar, por ello debemos de recordar siempre que cualquier proyecto, obra o actividad del ser humano, por tener un origen imperfecto acarrea imperfecciones en sí. No existe un proyecto libre de riesgo, siempre existe la posibilidad de falla por muy mínima que sea.

Efectivamente: Todo tiene una posibilidad, aunque sea pequeña, de salir mal, pero si se cuida puede salir bien; todo tiene riesgos y es de gente inteligente controlarlos en lo posible. Si sabes que tu memoria no es tan buena, tratar de grabarte una direccion en vez de anotarla es propiciar que te extravies. Si necesitas como mínimo de una hora para llegar a una cita salir con 60 minutos justos aumenta el riesgo de que cualquier contratiempo te haga llegar tarde. Echarle la culpa a Murphy no te hará encontrar la dirección o exculpar tu retraso.

Para minimizar los riesgos es importante identificarlos. Como se explicó, cualquier actividad tiene peligros inminentes, que si son localizados se pueden disminuir hasta niveles controlables. Por ejemplo, la simple tarea de tomar un baño de regadera puede derivar en una caída mortal, por pisar una superficie resbalosa. Sin embargo, la gran mayoría de la gente se siente protegida y a gusto en la regadera, donde difícilmente se puede pensar en morir. Usar sandalias antiderrapantes, tapetes y colocar agarraderas disminuye en mucho el riesgo. Entrar al cubo de la regadera muy borracho lo incrementa.

En la salvación del alma, el cuidado del cuerpo y la mente, en las relaciones humanas, el matrimonio, los hijos, el trabajo, hay riesgos presentes aunque no siempre evidentes. Sin caer en una paranoia, identificar los riesgos puede ser muy saludable. No se trata de vivir con miedo, se trata de prever.

Así que si algo puede salir mal... no saldrá sí se prevé.
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viernes, 2 de diciembre de 2011

Ponte las pilas



Los proyectos no avanzan, las llamadas no se realizan, las ideas no fluyen, el trabajo no se termina.

Los trastes se acumulan, la ropa sucia se amontona y la leche se mosquea en la mesa del comedor, entre tortillas duras, restos de comida y azúcar derramada.

El hoyo oscuro se hace cada vez más y más profundo.

Los familiares se preocupan, los amigos se alejan y los clientes cambian de proveedor. Para el que es empleado el despido se acerca y quien tiene su negocio sabe que la consecuencia es la quiebra. A pesar de saber que algo anda mal pareciera que algún demonio inhibe el movimiento y todo indica que la luz que se ve al final del túnel es otro tren que se aproxima y no la salida.

Para los demás, para los que no cargan el peso de ese intangible problema, no hay razón para que todo marche mal, así que los consejos sobran:

¡Anímate! ¡Echale ganas! ¡Ponte las pilas!

Claro, es mucho más barato recomendar pilas que tomar un aparato y ver por qué no funciona, dedicarle tiempo a repararlo y unir los cables rotos.

La cuestión no es saber por qué alguien no se pone las pilas,  el verdadero problema está en saber ¿Sirve recetarle pilas a alguien que siente que no funciona o que no tiene para comprarlas?
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