lunes, 25 de julio de 2011

De campamento


Un grupo de amigos salieron a acampar, ya lo habían hecho en muchas veces antes y en esta ocasión los acompañó un joven en lo que iba a ser su primera experiencia campista.

A la entrada de un bosque se bajaron de la camioneta que los transportó y comenzaron la caminata, se trataba de recorrer en cuatro horas aproximadamente un sendero que los llevaría al lugar que tenían pensado para colocar el campamento. Iban con el tiempo en contra porque entre recorrido y armado de las casas apenas estaban sobrados para que no los sorprendiera la oscuridad. Por eso cuando el novato comenzó a perder el paso y atrasarse, el líder tuvo que contener a los demás y regresar a preguntar que era lo que pasaba.

-No puedo, pesa mucho- se quejó el novato- No puedo caminar y cargar esto- decía al tiempo que señalaba en su espalda una voluminosa mochila.

El líder con su experiencia le pidió que bajara la maleta y la revisó. Encontró en ella, entre ropa y alimentos, un reproductor de discos compactos y tres juegos de pilas, dos pares de zapatos para diferentes usos, un juego portátil de video, diez revistas de deportes y otra serie de cosas no indispensables para un buen campamento.

Conforme se hacía la revisión, el dueño argüia el por qué de llevarlas. El reproductor de discos es para escuchar música... las pilas es porque se las acaba muy rápido... los zapatos por si necesitamos escalar o jugamos futbol, esos no se resbalan... el juego de video es para no aburrirme... las revistas para leer y prestarselas...

Todo ello se quedó en una bolsa de plástico encargada con el dueño de una cabaña que estaba por el camino. Ya con la mochila aligerada, el novato pudo mantener el paso y llegar a su destino. Se divirtió tanto en el campamento que jamás recordó todo lo que había dejado atrás.

En esta excursión cuyo destino es el Cielo, recorremos todos los días un sendero en el cual a veces nos atrasan cosas que no son necesarias, que pesan mucho pero que nos cuesta dejarlas, como el caso de ese negocito en el que sabemos que lo que hacemos está mal pero ya después habrá tiempo para arrepentirnos (¿?). En nuestra mochila seguramente cargamos con cosas que consideramos de valor pero que comparadas con lo que estamos perdiendo por quedarnos en el camino en realidad no valen nada y estorban mucho.

A veces Dios, con su infinita experiencia nos ayuda a vaciar la mochila y cuando vemos que saca cosas de allí argumentamos que queremos cargarlas aun cuando nos retrasen porque nuestra vista no está en la meta sino en el aquí y en el ahora. Pero conforme avanzamos en el camino reconocemos que nos ayudó el perder esa supuesta amistad, ese excelente empleo o ese gran negocio. Vemos que no fue tan malo que nos robaran una posesión material porque nos ayudó a volver a mirar los bienes espirituales y comprendemos la grandeza de esa paradoja que nos han enseñado que a veces ganando se pierde y otras perdiendo se gana.

Estoy seguro que cuando Dios mediante lleguemos a nuestra meta, gozaremos tanto que al igual que el novato no nos acordaremos de lo que dejamos atrás.
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viernes, 22 de julio de 2011

¿Cómo la ves?



Dentro de los intercambios de ideas, saber la percepción de los demás nos ayuda a ajustar nuestras propias ideas. Por eso acostumbramos preguntar qué opinan o cómo ven los demás una determinada situación. Preguntas tales como ¿Tú qué opinas? ¿Qué me dices de esto? o quiero saber tu opinión nos ayudan a ampliar nuestro panorama.

Otra variación de las preguntas es ¿Cómo la ves? Hace poco alguien me la hizo y la despoje de la rutina y me di cuenta que por momentos he dejado de ver.

No sé si a ti te ha pasado, pero yo a veces me he descubierto un autómata, actuando casi sin pensar, absorbido por la rapidez y ansiedad que nos brinda la vida actual.

Si me cita una persona al momento comienzo a hacer un itinerario para llegar a la cita y demás, pero de repente debemos volver al principio y pensar ¿Cómo la ves? ¿Vale la pena asistir?

Damos por hecho tantas cosas que ya no tenemos tiempo para verlas. Por eso, hace poco mientras conversaba me regale un poco de tiempo y no solamente me hice la pregunta sino que intenté contestarla.

Supongamos, estás a punto de explotar en insultos contra alguien. ¿Cómo la ves? ¿Vale la pena la agresión? ¿Ganarás algo?

Pensemos, se presenta la ocasión de una relación sentimental ¿Cómo la ves? ¿Es buena? ¿Es lícita? ¿Te ayudará a ser mejor persona?

Recuerda, no eres el mismo de hace unos años ¿Cómo la ves? ¿Has mejorado? ¿Has dejado perder virtudes? ¿Vas para arriba o para abajo?

Muchas veces es nuestra propia venda la que nos impide ver peligros, la venda de la rutina, la del conformismo o la del miedo. Si andamos a tientas por la vida no será extraño que nos podamos dañar. Claro, lo admito, la situación no está color de rosa y muchas veces se antoja no verla, pero vendarnos nos cierra los ojos tanto a peligros como a bellezas.

Así que ¿Cómo la ves?

jueves, 7 de julio de 2011

La leyes de Murphy


Cada que tengo la oportunidad de leer el libro "Las leyes de Murphy" recopiladas por Arthur Bloch, me viene la idea de que puede ser un excelente ejercicio de reflexión determinar la validez de las leyes allí enunciadas.

Ya he escrito de ello en el pasado, destacando que algunos acontecimientos los recordamos exclusivamente cuando son negativos y de allí se deduce su validez, como cuando decimos que la tostada siempre cae del lado de la crema.

Si nosotros hicieramos un estudio probabilístico tirando cientos de tostadas con crema al piso, notariamos que la proporción entre el lado con crema y el otro sería muy similar, cercana al 50% para cada lado. Pero cuando estamos comiendo y se cae la tostada con la crema hacia arriba la recogemos y olvidamos el hecho, cuando cae al revés lo recordamos por más tiempo. La reflexión nos llevaría a descubrir en nuestra ingratitud una fuente de insatisfacción, porque no agradecemos lo bueno y nos castigamos en demasía con lo malo.

Repitiendo el ejercicio reflexivo para otras de las leyes recopiladas por Bloch, podemos distinguir enseñanzas muy aceptables para aprovechar mejor nuestra vida. Me gustan mucho por ejemplo, las enseñanzas escondidas en el capítulo que habla de la "Comiteología" nombre con el que se quiere definir a esa obsesión por hacer juntas de todo y para todo.

En ese capítulo se puede leer que "Cualquier problema sencillo se puede convertir en insoluble si se celebran suficientes reuniones para discutirlo" ¿Verdad o no? La experiencia nos dice que en las juntas interviene algo más que el simple interés por resolver problemas, entran egos, conveniencias y prebendas que pueden, con un roce frecuente, derivar en más problemas y no en una solución.

También encontramos que "Un comité lo constituyen doce hombres haciendo el trabajo de uno" y que "Un comité es la única forma de vida que tiene doce estómagos, pero carece de cerebro." Ante lo que seguramente te estarás trasladando a esas juntas de trabajo que bien recuerdas.

Estas y otras leyes que buscan ser cómicas esconden mucho acerca del peligro que encierra trabajar en equipo y que si un líder no toma en cuenta y detecta en su accionar, arriesga las labores al hacerlas no tan productivas como se espera.

También en el campo de la "Jerarqueología" estas leyes aportan interesantes reflexiones. El orden jerárquico es inevitable, y pareciera que debemos padecer problemas que por oscuros se han vuelto aceptables. Por ejemplo, en el libro se hace mención "Cualquier jefe despedirá a un empleado que siempre tenga razón." y se recomienda que "No permita que sus superiores se den cuenta de que usted es superior a ellos."

En teoría a todos nos gustaría contratar gente capaz y efectiva. En la realidad, la gente que reune esas características se puede convertir en un peligro para su superior y por ello puede ser bloqueada.

En ese mismo capítulo de se nos hace una crítica velada como sociedad o personas acomodadas en nuestra zona de confort cuando se nos revela que "Las probabilidades de que alguien haga algo son inversamente proporcionales al número de personas que pueden hacerlo en su lugar."

Por eso como sociedad no cambiamos; porque siempre estamos esperando a que otros, (a quienes nosotros les otorgamos más obligación), hagan lo que a cada quien le corresponde en alguna medida.

28 capítulos parecen ser insuficientes para reunir todos estos conceptos que muchos dan por válidos sin analizar y que otros analizan y ocupan para crecer. Arthur Bloch eufemística y concientemente, muy a tono del libro, cada que saca una nueva edición dice que ahora sí es la recopilación definitiva. La humanidad es tan creativa al respecto que tiene trabajo recopilador para mucho tiempo más.