lunes, 30 de agosto de 2010

Bote Especial



Tuve la oportunidad de colaborar en la organización de una exposición de limpieza y mantenimiento industrial. Uno de los expositores me compartió una conversación que tuvo con una "clienta". La empresa en cuestión tenía un bote de plástico especial, como de unos 100 litros y con ruedas para moverlo. Quiero aclarar que en ese entonces aun no se popularizaban los botes de basura con rueditas, así que éste era una novedad. Sin embargo, no solamente por la facilidad de jalarlo no era un bote común, sino por la característica de que estaba hecho a prueba de sustancias peligrosas, soportaba ácidos y solventes y por ello su precio era muy superior a lo que podría costar uno similar en un supermercado.

La señora, que se había colado en una exposición especializada, mezclada entre gerentes y jefes de mantenimiento preguntó por el precio del bote de basura. "No es un bote de basura" se le aclaró "es un bote para el manejo de desechos tóxicos".

No me importa -contraatacó la clienta- me gusta que tenga ruedas porque yo no puedo cargar.

Sí señora, pero tampoco creo que lo pueda o quiera pagar, porque vale $2,000

Ah que viejo tan ratero -fue la respuesta- nomás porque tiene rueditas me lo quiere vender mucho más caro.



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A veces, cuando alguien me quiere tratar cómo no merezco o cuando alguien me dice que se siente como que no vale porque los demás no lo aprecian suelo recordar está historia. El bote de desechos tóxicos solamente puede ser apreciado en lo que vale por aquel que conoce -y reconoce- su potencial. Como bote de basura, el de nuestra historia, era muy caro, pero como un bote especial para manejar el riesgo, su precio era justo.

En la vida no falta quien nos quiera arrojar basura y por ello podemos sentirnos devaluados, pero ¿Qué acaso el bote de basura no vale mucho más que lo que contiene? Nosotros siempre seremos más valiosos que la basura que nos quieran aventar, además, la gran ventaja del ser humano es que tiene la capacidad de limpiarse, no es estático como el bote.

Y siempre estará nuestra libertad: El bote no puede decidir si recibe la basura de otros, pero nosotros sí.

Sobre el Sida y el Condón

RESPUESTA DE UN SACERDOTE SOBRE EL USO DEL CONDÓN A UN CARICATURISTA.

Guayaquil, 20 de marzo de 2009



Muy estimado Bonil:



Le admiro como humorista; no me da empacho decirlo. Le escribo con la autoridad que me proporciona ser un sacerdote que visita todas las mañanas de todos los viernes a los pacientes de VIH-sida en el Hospital de Infectología.

Voy siempre con un equipo de voluntarios y voluntarias de la Casa de la Vida. No sólo le escribo como un apóstol de mis enfermos, sino como simple hombre culto (soy abogado y sacerdote, con 10 años de estudios en tres universidades españolas). Estoy completamente en contacto con todo lo que sucede. Me muevo en el Internet como un pez en el agua. Le digo esto, porque a veces la gente piensa que los curas vivimos en otro planeta.

He visto su chiste de hoy sobre el Papa y el criterio de la Iglesia Católica sobre la ineficacia del preservativo para combatir el sida.

Estimado Bonil: El Papa puede decir que dos por dos son cuatro. Pero esta verdad no deja de ser una verdad científica, sino que sigue siendo una verdad matemática, aunque la afirme un religioso.

Dejemos aparte - sólo por método, para poder dirigirme a usted, con total independencia de sus creencias: no sé nada de su religión, ni siquiera sé si cree en Dios o no. da lo mismo para el caso - los motivos morales por los cuales la Iglesia católica se opone al uso del preservativo para combatir la pandemia del sida.

El Papa ha afirmado algo que es puramente científico: el uso del preservativo, lejos de impedir la propagación del sida, en definitiva, la acrecienta y aumenta.

Tome usted un microscopio. Ponga un preservativo de látex. Mida las microscópicas perforaciones que tiene el látex. Apunte en una libreta las milimicras que posee cualquiera de las perforaciones. Ahora, coja un virus del sida. Póngalo en el microscopio. Mídalo. Ahora compare las dos medidas.

La ciencia de hoy afirma que el virus del sida es 450 veces más pequeño que el espermatozoide. Si bien los espermatozoides no atraviesan las perforaciones del preservativo, claro que los virus del sida sí lo hacen.

Por otra parte, hemos de reconocer que la masiva difusión del preservativo, no determina una disminución del número de relaciones sexuales, sino, por lo contrario las facilita, las estimula, las incentiva.

Sepa, además, mi estimado Bonil, que tras la difusión masiva del preservativo hay toda una industria con gigantescos intereses económicos, todo un capitalismo. y, lo peor, ellos saben que el preservativo no preserva de nada, y que, como dice el Papa, aumenta la pandemia (por las dos razones científicas que antes le he expuesto: matemática: dimensión de las perforaciones, y estadística: constatación numérica de los fenómenos sociales) y, sin embargo, son tan criminales y tan genocidas, que por forrarse los bolsillos de dólares, empujan al mundo entero a la peor pandemia de la historia (tengo 5 DVD's, sobre el tema).

La irresponsabilidad de las autoridades de salud del mundo entero, y también, por supuesto, de Ecuador, es espantosa. Tras esa irresponsabilidad, o está una tercermundista ignorancia o una tercermundista corrupción. Todos ellos tendrán que dar cuenta a Dios - no me fío nada de los "juicios de la Historia", que son para morirse de risa - de la criminal irresponsabilidad con la que difunden en nuestro ambiente el uso del preservativo, con la consiguiente incentivación de las relaciones sexuales realizadas con la "ruleta rusa" del preservativo.

No por motivos religiosos, sino por simples razones de salud pública, la autoridad gubernamental debería informar a la gente los peligros que comporta el uso del preservativo. Algo así como se hace con la campaña de difusión de la estrecha relación que hay entre el tabaco y el cáncer.

Para terminar: son innumerables los y las pacientes de sida que cuando yo les he preguntado - claro, con toda mi intención - si usaron "protección". Me miran con profunda tristeza y con una sonrisa cargada de odio e ironía me dicen: "Padrecito, el preservativo no sirve para nada."

Le invito un viernes a visitar conmigo a 'mis' enfermitos de sida - hoy mismo he estado con ellos - y luego me dirá si se atreve a hacer, querido Bonil, un chiste sobre la relación que hay entre la difusión del preservativo y el avance de la pandemia del sida.

Venga, le recibiremos llenos de cariño en nuestro equipo. Venga, y verá cómo los enfermitos están equivocados - sí que están equivocados - cuando dicen que no sirve para nada: ¡Claro que sirve!, y muchísimo: sirve para contagiarse ellos del sida; y sirve, sobre todo, para que muchos millonarios del primer mundo y del tercero, ganen más euros y dólares a costa de los millones de enfermos de sida que se fiaron del preservativo.

Además, mi querido amigo: no sé si usted es casado, no sé si tiene hijas. Pero si un chico le dice a usted que va a tener relaciones con su hija, no creo que usted le diga: "¡Ok; pero con preservativo!" Me imagino que, como padre digno que supongo será, le dirá al chico de turno: "Amigo, usted a mi hija no me la toca, hasta que sea su esposa, después de haberse casado con ella, como Dios manda. ¡Mientras, ni con preservativo, ni sin preservativo!".

Y esto es lo que la Iglesia afirma como el mejor y único camino para preservar al mundo del sida y de muchos otros males, tales como los hijos sin hogar. En esto, supongo que usted coincide con Dios y la Iglesia.

Con mi respeto y mi afecto.

Padre Paulino Toral

martes, 17 de agosto de 2010

El polizón



En las novelas de aventuras, la figura del polizón era frecuente, cuando el protagonista solía introducirse a escondidas en un barco o tren ya fuera para seguir al malo o para huir sin dinero de quien lo quería matar.

Viajar a escondidas, actualmente, puede tener diferentes motivos, que van desde la aventura y la rebeldía adolescente hasta el miedo y la desesperación de alejarse de un lugar que no representa nada bueno.

Generalmente, cuando en las películas o novelas se nos presenta el personaje del polizón, nos identificamos con este y sentimos lástima cuando se le trata como delincuente y se le intenta arrojar al agua. Solemos identificarnos con el más débil. Pero si nos ponemos en el lugar del capitán de un barco con comida apenas suficiente para una tripulación, una persona que consume, que no trabaja y que quién sabe qué mañas tenga es algo más que dañina. Además, en algunos puertos, llegar con alguien sin papeles podría ser interpretado como tráfico ilegal de personas, siendo culpado el capitán del barco. En el caso de los trenes, un viajero sin boleto se prestaba a malas interpretaciones, dando la duda si esa persona viajaba pagando un pasaje menor a uno de los boleteros.

Es por ello que los polizones solían ser arrojados inmediatamente, para evitar daños mayores.

El éxito del polizón, por lo tanto, es estar allí y pasar desapercibido, comer sin que lo noten, viajar y bajarse sin que lo vean. Pero el daño real y potencial que representa llevar este viajero incognito es muy grande. Un ejemplo muy moderno de polizones es el que ocurre cuando se meten en los compartimientos de las llantas de los aviones, donde pueden morir aplastados por el mecanismo de retracción de las llantas o por las bajas temperaturas y falta de oxígeno que se presenta a grandes alturas. Imagínate el problema legal de explicar un muerto que aparece de repente en una pista de aterrizaje.

Si por un lado en las películas nos ponemos del lado del pobre polizón, en la vida real, no quisiéramos subir a nuestro tren, barco o avión a alguien que nos cause problemas.

Pero la realidad es que los subimos.

Todos tenemos pensamientos polizones, que no aportan pero cómo estorban. Aparentemente no dañan, están allí sin que a veces los notemos porque hay áreas de nosotros mismos que a veces no revisamos.

Existen personas que siguen odiando a gente que ya murió. Otras recuerdan a cada rato la hacienda que perdió la familia en la revolución y que si ahora la tuvieran no estarían tan amolados. Una más recuerda con molestia extrema su fiesta de quince años solamente porque su mejor amiga derramó sin querer un poco de refresco en el vestido. Todos esos pensamientos, magnificados al paso del tiempo, se convierten en compañeros incógnitos y cuando los descubrimos, no es raro solidarizarnos con ellos y decir "pobrecito de mí" cuando lo pertinente sería tirarlos por la borda y seguir adelante.
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sábado, 14 de agosto de 2010

Detalles insignificantes


La vida, dentro de ese paquete o presentación en la que nos es dada, trae una serie de inconveniencias. No podemos evitarlas, hay cosas que simplemente nos desagradan, que preferiríamos que no estuvieran, pero allí están. Vienen en el paquete.

Si hacemos una lista de ellas, ésta sería de un tamaño directamente proporcional a nuestro nivel de aceptación e inversamente al de frustración.

Una pregunta interesante es ¿Cuántas cosas que nos roban energía, realmente valen que nos preocupemos por ellas? ¿Cuántas se merecen nuestra molestia? ¿Cuántas ameritan nuestros desvelos?

Los humanos, egocentristas como somos, hacemos muy grandes las cosas cuando nos afectan y minimizamos las que hacemos y provocan afectación en otros.

Voy en un auto de un cliente y éste se molesta porque un vehículo se detiene frente a nosotros a descargar pasaje. "Muévete, la calle no es tuya" y molesto me comenta lo mal que le caen esos que no respetan a los demás. Minutos adelante vamos a entrar a su negocio. Podría estacionarse, abrir la puerta y después meterse pero prefiere enfilarse, dejando espacio para que abran las hojas lo que provoca que estorbe el paso. Cuando le pitan hace tranquilo el comentario "Ah que desesperados, si tienen prisa levántense temprano".

Las relaciones humanas, con su roce constante, provocan fricciones que a veces no son intencionadas, pero acaban lastimando. Pensar diferente nos lleva a interpretar las cosas de diferente manera. En algunas, por su gravedad o seriedad, es fácil coincidir, pero en otras, las sencillas, ponerse de acuerdo puede volverse complicado.

El nivel del volumen al que se puede escuchar una canción varía de acuerdo a la persona y a la canción en cuestión. Los alimentos que se sirven a la mesa están en función del gusto de quien los prepara y no necesariamente de quién los va a comer. Un portafolio en la sala puede ser algo inconcebible para quien asea la casa y una nimiedad para quien llega cansado del trabajo. Y son muchas de estas cosas sencillas las que acaban provocando conflictos graves en las relaciones familiares y laborales. Amistades y relaciones se han acabado por tonterías, perdiendo lo más por lo menos.

Dar un peso excesivo a los pequeños detalles podría provocar, por ejemplo, que el propietario de un negocio centre sus problemas en algunas costumbres de sus empleados, negando o dejando de lado problemas fundamentales, tal como fue el caso de un amigo, cuyo negocio se vino a pique. El estaba más preocupado por algunas conductas de su encargado, que a mi modo de ver no eran relevantes, que por algunas políticas equivocadas en cuanto a cuestión de costos y selección de clientes, problemas que realmente lo hicieron quebrar.

Por ponerlo en dinero podríamos decir que mi amigo, preocupado por cuidar los centavos descuidó los pesos. ¿Cuántas veces hemos notado lo importante hasta que se revienta el hilo, mientras estábamos enfrascados en cosas sin importancia?

Esos pequeños detalles nos distraen e impiden resolver problemas de fondo. Y se convierten en distractores porque en nuestra percepción los hacemos más grandes e importantes de lo que en realidad son. Digamos que son como los árboles que nos impiden ver el bosque.

Pero así como los podemos agrandar los podemos hacer pequeños y manejables e inclusive desaparecerlos, así como un mago hace que centremos la atención en donde él quiere para ocultar un objeto, dando la impresión de desaparecerlo.

Si reconocemos en nosotros mismos esos detalles insignificantes que nos están robando tiempo y nos enfocamos en lo importante, seguramente nos encontraremos con mucho tiempo libre para disfrutar realmente de la vida.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Buscando culpables

A

Cuentan que un hombre que acababa de morir llegó muy molesto al cielo.

Vengo a reclamar -dijo- que el ángel de la Guarda que me asignaron no hizo bien su trabajo, me he volteado en mi auto y he muerto en el accidente.

El ángel encargado del departamento de reclamaciones preguntó: ¿A qué velocidad venía usted?

-Pues a 180.

-Entonces fue por eso, el ángel de la guarda se baja cuando usted rebasa el límite de velocidad.

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Ante los problemas, una de las tendencias más perniciosas es la de ocupar esfuerzos en buscar y fabricar culpables en lugar de crear o buscar soluciones.

Aclaro: Estoy a favor de ubicar a los culpables para que se responsabilicen de lo que hicieron y se evite que se siga haciendo. Pero esto no significa que se deban sacar culpables de la nada, atribuyéndose responsabilidades a gente que no las tiene.

Buscar culpables es muy sencillo, se levanta la mano, se señala a donde sea y se dice: Allí (él o ella) está. Pero esto es muy peligroso, porque a demás de ser injusto que culpemos a quien no tiene falta, se deja libre de actuar a quien si es culpable, pudiendo ser nosotros mismos inclusive.

En la escuela, con el maestro y los compañeros, en el trabajo, con los jefes o los subalternos y en la familia, con los padres, hijos o hermanos, abundan los prospectos de culpables. Los vecinos, los políticos y los ricos también son excelentes candidatos a responsables de nuestra suerte.

Vuelvo al punto inicial. Señalar a quien provoca un daño o un problema después de un análisis y una reflexión, con pruebas, es benéfico.

El problema es cuando por sistema señalamos a los demás como culpables con una única premisa "No soy yo, es él".

Entonces comenzamos por culpar a un maestro por no enseñarle a un hijo que no quiere aprender y que se escuda en supuestos derechos. Se quiere que el niño aprenda pero molestan los maestros que exigen y que dejan tarea que entorpecen las salidas de fin de semana.

Culpamos también a un gobierno que nos gobierna "mal" sin siquiera conocer sus responsabilidades ni ejercer las nuestras votando a conciencia. Abundan los correos que culpan al Gobierno federal de cosas que son competencia del Gobierno estatal o municipal, o los que atacan al Ejecutivo por competencias del Legislativo.

Conozco gente que se queja de la crisis económica y despotrica en contra de los comerciantes abusivos, pero cínicamente presume de andar con dos o más mujeres, mermando su economía familiar.

Otros muchos culpan al gobierno de la crisis, pero abren su negocio a diferentes horas, mal atienden, roban y alejan a los clientes con prácticas desleales.

Y así podríamos continuar, pero ya me cansé de buscar culpables.
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viernes, 6 de agosto de 2010

Calle con baches


Dicen que es por la época de lluvias pero aun cuando está seco están presentes.

Son los tristemente famosos baches, terror de llantas y suspensiones, frenadores de tránsito fluido y molestos como cualquier obstáculo que se interponga a nuestro objetivo.

Los baches son una alegoría de la vida, muchas veces nosotros no los causamos, pero si debemos padecerlos.

En otras ocasiones los causamos, pero sin darnos cuenta de ello. Cada que caemos en un bache colaboramos desgastando los bordes, cuando tiramos basura ayudamos a encharcar y cuando arrojamos piedras al pavimento o latas, en combinación con las llantas hacemos efecto abrasivo desgastante en el pavimento.

Los baches estimulan nuestra memoria, no hay GPS que los contenga porque cambian día con día, aumentan profundidad y peligrosidad de manera anárquica, pues algunos pueden permanecer casi inalterables por meses y otros convertirse en solamente unas horas en un hoyo lo suficientemente profundo para que el auto que caiga allí necesite de grúa para salir. Recordar su ubicación es importante, pero más importante es estar atentos para descubrir los nuevos, por lo tanto, también estimulan nuestra capacidad de observación.

Hay calles que están tan maltratadas, que es imposible pasar sin caer en uno de ellos, así que allí la decisión es pasar por los más pequeños. Lo que me recuerda una máxima en toma de decisiones: Si estás atado a una decisión, toma la mejor que puedas.

Vamos por la vida, hay baches. Algunos no podemos evitarlos y caemos en ellos, otros se pueden evitar pero depende de nosotros. Los más proactivos no sólo evitan los baches, los tapan o por lo menos les avisan a los demás para que no caigan en ellos.

Algunos padecen por equivocar la ruta, se quejan de la calle pero siempre toman la misma vía sin saber (o sin querer aceptar) que la calle paralela está mejor pavimentada. A veces cometemos errores por años, incapaces de aceptar que estamos mal, cayendo en los mismos agujeros que conocemos de memoria pero parecemos incapaces de evitar.

Contar con copiloto es importante cuando éste participa en la ruta y nos evita accidentes. "Pégate a la derecha, porque en el otro carril hay un cráter igualito al que recibió al Apolo" y con la confianza de aquel que sabe a quién sube a su auto, nos pegamos a la derecha y evitamos el daño. Pero si el copiloto se guarda la información o si quien tiene el volante no decide o puede cambiar de carril, la caída se produce. Si el copiloto no ayuda, se convierte en un peso muerto que colabora a que el auto caiga con más fuerza, así que cuidado a quien subes a tu auto o cuidado con convertirte en peso muerto.

Así es la vida, con baches.

Voy por una calle muy accidentada. El coche vibra y escuchamos golpeteo de metal que significa desgaste y dinero, pero debo llevar a mis hijos a la escuela y no hay otra ruta posible. Mi hija, que no alcanza a ver el pavimento me dice, casi me reclama: Papá, no pases por los baches, que no me puedo estar quieta.

No hay de otra hija, esto está lleno de ellos, lo más que puedo hacer es tratar de pasar por los más pequeños.
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